domingo, 15 de enero de 2017

Obra literaria del Vanguardismo


La metamorfosis de Franz Kafka  

Una mañana, después de un sueño intranquilo, Gregorio Samsa se despertó transformado en un monstruoso insecto. Tenía muchas patitas que se movían sin que él pueda controlarlas y todo indicaba que no se trataba de un sueño: el reloj indicaba las seis y media y el tren salía a las cinco. No podía comprender cómo pudo quedarse dormido si el despertador sonaba todos los días a las cuatro de la mañana, y tan fuerte que hasta hacía vibrar los muebles. Pero no era momento de lamentarse, debía levantarse o perdería su trabajo. Si bien había perdido el tren de las cinco podía alcanzar el de las siete si se daba prisa. Pero no era posible salir de la cama, se balanceaba sobre su enorme caparazón y aun así no lograba llegar ni al borde. Su mamá llamó a la puerta: 
―Gregorio ―dijo ella― van a ser las siete, ¿te pasa algo malo? 
También llamó su padre y hasta escuchó la voz de su hermana Grete, pero intentó calmarlos diciéndoles que no pasaba nada y que enseguida estaría con ellos. Pero no podía levantarse aunque lo intentaba. Quiso rendirse, decir que estaba enfermo y descansar un día. Pero no era tan fácil, vendría su jefe a buscarlo, traería a un médico (el que se daría cuenta que Gregorio no estaba enfermo) y lo botarían de su empleo por perezoso. Y Gregorio no podía perder su trabajo, por lo menos ahora no, en cinco años podía ser, cuando termine de pagar la deuda de su padre, pero ahora no, su familia lo necesitaba. 
Miró una vez más el reloj: eran las siete, había perdido el segundo tren, definitivamente estaba en problemas. En ese momento oyó que tocaban a la puerta y que alguien decía: “Buenos días, ¿está Gregorio en casa?” Era la voz del gerente, ya no era tiempo de estar jugando o perdería su trabajo. Giró con todas sus fuerzas y cayó de la cama a la alfombra. Sus patas se acomodaron perfectamente al piso y se acercó a la puerta. Tocaron a la puerta, el gerente le increpó su actitud: 
―No lo puedo creer, señor Samsa, yo había confiado en usted y usted ni siquiera quiere ir a trabajar. Además, es muy sospechoso que ayer usted tenía que hacer unas cobranzas y hoy, en vez de llevar el dinero, se queda en casa. 
Muy sospechoso, señor Samsa, muy sospechoso. 
Gregorio estaba disgustado, ¿por qué lo trataba así?, él sería incapaz de robarle a sus patrones, además tenía años de un trabajo impecable. Pero ni eso valoraba el gerente. 
―Un momento por favor, ―dijo Gregorio― ya me levanto, me he sentido mal por la mañana pero ya estoy bien y voy a trabajar, así que no se preocupen. 
Al otro lado de la puerta, el gerente y la familia de Gregorio no había escuchado palabras, sino sonidos monstruosos, silbidos, gruñidos y resoplidos. Grete fue a buscar a un médico y la criada corrió a buscar a un cerrajero para forzar la puerta y saber que estaba pasando dentro de esa habitación. Pero Gregorio logró abrir la puerta antes. Usó su mandíbula sin dientes y se hizo bastante daño, pero giró la manija de la puerta. “Al fin”, exclamó el gerente y entró antes que los demás a la habitación. Cuando vio al insecto se quedó estático y mudo, la madre cayó desmayada y el padre amenazó a Gregorio con el puño para que no se acerque. El único que mantuvo la calma fue el insecto. 
―No se preocupen ―dijo Gregorio― cualquiera tiene una indisposición, pero ya estoy bien, en un minuto me cambio y voy a trabajar. Además, voy a trabajar el doble para compensar mi tardanza, pero no piensen que soy un perezoso. 
Nuevamente lo que oyeron todos no fueron palabras sino balbuceos monstruosos. El gerente huyó casi a la carrera, Gregorio fue tras él pues temía perder su trabajo y como estaba apoyado en la puerta pudo pasar su ancho caparazón de lado. Pero cuando quiso regresar a su habitación, no podía pasar por la estrecha puerta. Su padre había salido a detenerlo pensando que atacaría al gerente, y con la rabia que sentía no se fijó que Gregorio tenía el caparazón incrustado en el marco de la puerta y de un empujón lo envió al fondo del cuarto. El caparazón se hirió y de las llagas salía un líquido verdoso. 
El resto de ese día Gregorio lo pasó durmiendo. Cuando despertó encontró una bandeja con su alimento preferido: leche, y en ella nadaban pedacitos de pan. Al instante supo que su hermana había puesto ahí la comida. Se acercó, emocionado, a comer pero al primer sorbo sintió asco y se sorprendió pues nunca la leche le había causado esa sensación. Intentó de nuevo, pero era imposible, asqueroso. Así que se arrinconó debajo del sofá y pasó durmiendo y con hambre la primera noche de insecto. 
En la mañana, su hermana entró al cuarto, y al ver que Gregorio no había comido, como adivinando sus pensamientos, sacó el plato con leche y a cambio le trajo varios alimentos descompuestos: vegetales, restos de comida, un queso mohoso; y dejó solo a Gregorio que sólo entonces pudo comer y esta vez también se sorprendió pues lo que antes habría sido repulsivo para él, entonces era delicioso. Terminó y volvió a esconderse bajo el sofá. Más tarde, Grete limpió todo mientras el insecto estaba escondido bajo el sofá, pero la muchacha podía ver el bulto tenebroso debajo del mueble y aunque evitaba mirarlo, sentía su presencia y eso incomodaba a ambos. Y aunque la única que se encargaba de cuidar a Gregorio era ella, la situación se hizo cada vez más tensa: Grete abría de par en par las ventanas de la habitación cada vez que entraba para que escape el hedor del insecto, pero eso mortificaba a Gregorio que habría preferido que las ventanas no solo estén cerradas sino que también estén corridas las cortinas. 
Una noche, Gregorio escuchó la conversación de su familia (la puerta de su cuarto daba al comedor). Las conversaciones en casa ya no eran alegres ni joviales, casi no se hablaban, todo había entrado en un estado de petrificación. La criada se había ido y habían contratado otra bastante mayor. Y aunque solo Grete se encargaba de Gregorio, continuamente su madre declaraba su intención de ver a su hijo y conocer su estado; pero su padre y su hija se lo impedían. Gregorio estaba de acuerdo con ellos, no quería que su madre, ni su hermana (ni nadie) pase malos momentos por su culpa. Así que, aunque demoró cuatro horas, arrastró la sábana de su cama y la llevó bajo el sofá, donde se tapó con ella y evitaba que su hermana se aterrorice cada vez que entraba a limpiar la habitación. 
Por ese entonces, Gregorio había encontrado un pasatiempo: había descubierto que sus patas viscosas se adherían a las paredes y que podía caminar por ellas, incluso podía pasear por el techo. Su hermana lo había notado pues quedaban las huellas de sus patas. Se le ocurrió entonces que si su hermano quería pasear por las paredes y por el techo, lo más sensato sería quitarle todos los obstáculos que pueda encontrar: los muebles, el escritorio, la cama. En ese momento no tenía quién la ayude en la labor, y como la única en casa era la madre, tuvo que pedírselo a ella. Gregorio se escondió bajo la sábana y las dos mujeres comenzaron la labor. Sin embargo, él no quería que desalojen sus cosas, no quería sentirse un animal, no quería que le quiten lo último que le deba una apariencia humana a su habitación. “Es ahora o nunca”, pensó, y salió de debajo de la sábana y se apoyó sobre un cuadro, pegando su vientre viscoso al cristal del retrato. 
Cuando volvió la madre al cuarto, vio al insecto pegado al vidrio y se desmayó por el espanto. Grete intentó auxiliarla y le desabrochó la blusa para que pueda respirar mejor, mientras amenazaba al insecto con la mirada. Gregorio, asustado, se despegó como pudo del vidrio y huyó hacia el comedor y trepó por las paredes y el techo. Pero su nerviosismo lo traicionó: se despegó del techo y cayó pesadamente sobre la mesa. En ese momento llegó el padre del trabajo. Cuando vio la expresión de susto de su hija, lo adivinó todo. 
―Gregorio se ha escapado ―dijo ella abrazándose al
pecho
del padre―, mamá lo ha visto y se ha desmayado, pero ya está mejor. 
El padre no quiso escuchar más, tiró la gorra sobre el sofá y empezó a perseguir al insecto. Gregorio huía, pero pronto se dio cuenta que era preferible dejar de escapar y dirigirse al cuarto para demostrar que tenía la intención de encerrarse por sí mismo. Pero el padre no entendió y empezó a arrojarle manzanas, una de las cuales se encajó en el caparazón del insecto, quien se cruzó con su madre que corría espantada para detener a su esposo y pedirle llorando que por favor no mate a su hijo. 
A partir de entonces, la relación con Gregorio cambió drásticamente. Todos en casa debieron buscar un empleo: el padre era mensajero, la madre costurera y la hermana encontró trabajo en una tienda. Además tuvieron que despedir a la criada y contrataron una asistenta que venía por unas horas para limpiar la casa. Grete atendía a Gregorio con desdén: le arrojaba la comida y ya no limpiaba su cuarto, pronto abandonó su cuidado y se lo encargaron a la asistenta, quien, a diferencia de todos, no le tenía el menor temor al insecto: lo insultaba, le picaba el caparazón con la escoba y ponía todas las cosas de sobra en su cuarto. En poco tiempo Gregorio tenía un estado deplorable: estaba cubierto de polvo, viviendo entre los desechos, con restos de basura y comida adherida a su cuerpo y sin nadie que lo atienda de verdad. 
Por esos días los padres decidieron recibir inquilinos en casa para tener un ingreso adicional. Recibieron a tres amigos a los que trataban con demasiada sumisión (ni siquiera se sentaban en su sofá si los inquilinos estaban cerca) pues nunca habían tenido huéspedes en casa y querían tratarlos de la mejor manera para que no se vayan. Una noche, mientras cenaban, Grete tocó el violín en la cocina; los inquilinos se sintieron conmovidos por la música y le pidieron que toque para ellos y que a cambio le darían una propina. La muchacha lo hizo, el padre colocó el pentagrama y ella empezó a tocar. 
Cuando Gregorio oyó la música, se sintió conmovido. Recordó que soñaba con ahorrar dinero para enviar a su hermana al conservatorio y pensó que la música habría enternecido a todos tanto como a él así que se atrevió a salir del cuarto y asomarse al comedor (la asistenta había olvidado cerrar la puerta). Uno de los inquilinos vio al insecto pero mantuvo la calma. 
―Señor Samsa ―dijo uno de los inquilinos―, ¿qué es eso? ―y señaló a Gregorio. 
El padre, espantado por el suceso, en lugar de meter a Gregorio en su cuarto, empujó frenéticamente a los huéspedes al suyo sin darles una explicación. Grete soltó el violín y corrió al cuarto de los huéspedes donde arregló las camas antes que ellos ingresen. Entonces, cansados de tantos empujones los inquilinos se detuvieron en seco. 
―Señor Samsa, debo decirle que me siento ofendido por el trato que se nos ha dado ―dijo uno de ellos―. Así que nos vamos de su casa sin pagarle ni un centavo, al contrario creo que les voy a pedir una indemnización. 
Los dos compañeros de este, asintieron con la cabeza y se encerraron en su cuarto. 
El padre se dejó caer en el sillón, la madre y la hermana lloraban y Gregorio, por la falta de fuerzas que le ocasionaba el hambre, no podía moverse de regreso a su cuarto. No lograba entender como su buena intención se había convertido en una maldición para los demás. 
―Debemos deshacernos de él ―gritó la hermana―. Yo ya no aguanto más. Esa cosa nos va a matar a todos. Nuestro error ha sido creer que eso es Gregorio, y no lo es. Echémoslo de casa, suficiente tortura es que todos nosotros trabajemos y que aparte debamos encargarnos de ese insecto. ¡Papá! ―dijo con un débil chillido y corrió a esconderse detrás de él―, ahí viene. 
Pero Gregorio no iba hacia ella, sino que daba la vuelta para regresar a su encierro. Estaba tan débil que demoró mucho en llegar, pero cuando cruzó el umbral, Grete cerró la puerta violentamente y la aseguró con llave. Toda esa noche Gregorio la pasó despierto, convencido (aún más que su hermana) de que debía morir. Cuando el reloj de la iglesia dio las tres de la madrugada, Gregorio encogió su cabeza y murió. 
A la mañana siguiente fue la asistenta la que notó la muerte del insecto. “Al fin estiró la pata”, le dijo a la familia que no le prestó atención. Intentó explicarles lo que tenía planeado para el cadáver, pero tampoco fue tomada en cuenta. Hasta que ella misma arrastró el cadáver con la escoba para que ellos lo vean. 
―Demos gracias a Dios ―dijo el padre. 
En ese momento salieron los inquilinos, quienes pidieron el desayuno y fueron sorprendidos por la asistenta que les mostró el insecto muerto. El padre, enojado, se paró frente a ellos y los botó duramente de su casa. También la criada salió muy enojada pues nadie tomaba atención a sus planes sobre qué hacer con el insecto. 
La familia se tomó el día libre de sus trabajos, sacaron sus cuentas y vieron que lo que ganaban entre los tres les alcanzaba para vivir y hasta sobraba un poco para ahorrarlo, así que sintieron un alivio por la carga que se les quitaba con la muerte de Gregorio. Decidieron salir, pasear, como hace meses no lo hacían; y, mientras viajaban en el tranvía, los padres notaban la belleza de Grete, que ya estaba en condiciones de tomar un buen marido.

Novela de la epoca de los 50

Novela en la década de los 50
Podemos hablar de realismo social, en el sentido de utilizar la sociedad como tema o de utlizarlo como denuncia social. Aparece “La Colmena” donde se ofrece una visión despiadada de la vida madrileña, el personaje es colectivo.
Podemos señalar como iniciadoras de este tipo de novela otras dos de Delibes como son “El camino” y “Mi idolatrado hijo Sisi”. En ambas se trata la realidad española: un pueblo castellano y una familia burguesa respectivamente.
Los temas más frecuentes son: el recuerdo de la guerra, la dura vida del campo, el ambiente burgués que nos presenta una juventud desocupada, el mundo del trabajo, la vida urbana de los suburbios...
Surgen novelistas como: Carmen Martín Gaite, Aldecoa, Juan Goytisolo, Fernández Sánchez, Ana María Matute, Hortelano...
Técnicas y estilo
En la novela social lo fundamental es el contenido pero no se deja de lado el propósito de renovación. Podemos señalar las siguientes características:
  • la estructura suele ser sencilla, de tipo lineal. Respecto al tiempo utilizan cortos espacios de tiempo (un día o menos).
  • Se prefiere el personaje colectivo, así como el personaje representativo de una clase o grupo más que como individuo. No se busca caracterizar a los personajes
  • Se produce la desaparición del autor, el novelista no comenta sino que se limita a recoger los datos
  • Destaca la importancia del diálogo. Se intenta reproducir el habla de los personajes. El lenguaje es sencillo y directo
Entre las obras más sobresalientes están “El Jarama” de Sánchez Ferlosio. Se trata de una obra sobre el ocio de unos jóvenes trabajadores. Se trata de una pandilla de chicos y chicas que deciden pasar un domingo a orillas del Jarama. Casi no hay acción, charlan, se ríen, se aburren... excepto al final en que ocurre una desgracia. Una de las chicas muere ahogada. El protagonista es el diálogo porque recoge el diálogo coloquial

Generacion del 98

NOVENCISMO O GENERACION DEL 98
Según Azorín en 1914 llega una nueva generación. Son un grupo de escritores, profesores, críticos, filólogos, ensayistas, todos ellos con gran preocupación científica. El novecentismo surgirá en la primera década del siglo (con las primeras obras de Miró, Pérez de Ayala) alcanzará su plenitud hacia 1914 en iniciará su decadencia a partir de 1930 con la politización de la literatura
Rasgos Generales
  • reacción contra las actitudes del siglo XIX (están en contra del romanticismo, realismo trivial...)
  • hay una huída del sentimentalismo, de lo apasionado... y una búsqueda de lo clásico, lo sereno. Así pues el tono deja de ser apasionado, exaltado
  • esta preocupación por evitar lo sentimental hace que surja el intelectualismo
  • al ser un arte selectivo se convierte en una literatura para minorías
  • se busca la estética pura, es lo que Ortega y Gasset llama “la deshumanización del arte”. Se persigue el arte puro, hay una obsesión por la obra bien hecha
  • en el estilo destaca la preocupación por el lenguaje
Entre los más destacados representantes de la Generación del 98 están los ensayistas, hay que destacar a Ortega, Gregorio Marañón, Manuel Azaña, Eugenio d´ors. Este último es un hombre abierto a las nuevas corrientes y también es un buen crítico de arte.
Ortega y Gasset
Madrileño de familia acomodada de políticos, escritores, periodistas. Fundador de la revista de Occidente y máxima figura de la filosofía española del siglo XX.
Hay en él una preocupación por España aunque superando el pesismismo de la Generación del 98. Destaca su europeismo y la denuncia del aislamiento de nuestro país (frase célebre: una raza que se mueve por instinto de conservación)
Una de sus principales obras es “La España invertebrada” donde habla de la decadencia española para explicar la situación presente caracterizada por la disgregación nacional debida a los separatismos.
También habla de las clases sociales diciendo que deben evitar las luchas de clases y tratar de buscar un espíritu de colaboración.
Otra de sus obras importantes es “La deshumanización del arte” donde señala el carácter minoritario y antipopular dividiendo al público entre los que entienden y los que no. Deshumanización significa dejar a un lado las emociones humanas a favor de la pura expresión estética. Es pues un arte intelectual, un juego.
Respecto a la novela hay dos tendencias:
  • una la de aquellos escritores que continuan los modos narrativos de épocas anteriores como son : Concha Espina, Ricardo León, Pérez Lugín.
  • Los de aquellos escritores que intentan innovar, Ramón Gómez de la Serna, Gabriel Miró, Ramón Pérez de Ayala.

Genero narrativo

NARRATIVA

En las narraciones vanguardistas no existe un narrador omnisciente sino que hay una reflexión de la conciencia, un monólogo en el que el personaje expresa su pensamiento tal y como se presenta, sin una organización lógica, con frases directas y construidas con la menor cantidad de palabras posibles.


- Ruptura con el tiempo concebido como una línea proyectada hacia el futuro sobre la que se mueven, con un fin, los personajes. Los personajes pueden saltar al pasado para recordar algún hecho (analepsis) o ir al futuro para imaginarlo (prolepsis). Toda esta complejidad en el tiempo hizo que se redujera el espacio de la historia que ahora puede ser un espacio muy limitado.
Desaparición del narrador ominisciente y se abre el campo para que empiecen a aparecer diversidad de narradores y diversidad de perspectivas:
Narrador homodiegético: (homo significa igual y diégesis, historia) El narrador es personaje de la historia.
Narrador heterodiegético: El narrador no forma parte de la historia
- La focalización es la perspectiva desde la cual habla quien narra. Encontramos:
Interna: el narrador utiliza el punto de vista de un personaje
Externa: se sale de la perspectiva de los personajes, es decir, se sitúa por fuera de ellos
. Variable: el narrador se mueve entre diversos personajes
. Fija: el narrador se centra en el mismo personaje
Cero: el narrador se basa en muchos personajes.
- Los puntos de vista
. Primera persona: El narrador es un personaje dentro de la historia y únicamente aporta información basándose en su propia visión de los hechos.
. Segunda persona: El narrador se convierte a al vez en narrador y en personaje hablándose a sí mismo.
. Tercera persona: Este tipo de narrador se encuentra por fuera de la historia.
- El fluir de la conciencia es la técnica narrativa que reproduce los mecanismos del pensamiento en el texto, mezclando mundo exterior e interior. En ocasiones se suele omitir los signos de puntuación para permitir un desarrollo fiel del pensamiento. La sintaxis es menos elaborada en esta técnica narrativa y se encuentran interrupciones y saltos en el texto.
- La escritura automática: este tipo de escritura consiste en tomar el lápiz y empezar a escribir, dejando que todo fluya, sin poner trabas de tipo lógico. El método fue utilizado por los surrealistas quienes pensaban que esta era una forma de hacer salir lo más profundo del ser humano. El resultado de esta práctica es la reunión de diversas figuras incoherentes que muestran las emociones de quien las escribió. Veamos un ejemplo:
La casa sueña bajo construir un ajuero de verdes almas en tu nariz azul y recorrer libro espero que no allí sin tu calor, tierra, agua, hermano, luz, sala. Recuerdo dejando la ayuda para la escuela, sol casi mío, de tus siete verdes ojos lienzo sin marfil.

Mas poetas Vanguardistas

PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA


Pedro Henríquez Ureña (Santo Domingo, 1884 - Buenos Aires, 1946). Escritor y humanista dominicano. Hijo de la poetisa Salomé Ureña de Henríquez, ha sido una de las figuras más sólidas y estimables de la cultura dominicana. Su vida literaria empezó a los catorce años, con la publicación de una colección de poemas titulada Aquí abajo. En 1901 se trasladó a Nueva York a cursar estudios universitarios. De aquella ciudad pasó a La Habana, Cuba, donde en 1905 publicó su primer libro, Ensayos críticos, para pasar luego a México, donde permanecerá entre 1906 y 1913.
En 1914 volvió a la capital cubana, donde publicó un estudio acerca de Hernán Pérez de Ayala. Entre 1915 y 1916 residió en las ciudades de Washington y Nueva York, donde en 1918 publicó Las nuevas estrellas de Heredia. Durante este último año ingresó en la Universidad de Minnesota, en la que se mantuvo como docente hasta 1921. Durante estos años viajó a España en dos oportunidades y estableció contacto con Ramón Menéndez Pidal, quien escribió el prólogo a Versificación irregular de la poesía castellana, su tesis doctoral presentada en Minnesota.
De Estados Unidos salió hacia México, donde participó activamente de las políticas adelantadas desde la Secretaría de Educación por José de Vasconcelos. Allí ejerció la docencia universitaria y fue director general de Enseñanza Pública en Puebla. En 1924 se trasladó a Argentina, país en el cual residiría hasta su muerte, con una pausa entre 1931 y 1933, cuando atendió el llamado del presidente Trujillo para que se hiciera cargo de la dirección de Educación, labor en la que decidió no permanecer. Durante este período ocupó una cátedra en la Universidad. En Argentina fue catedrático en las universidades de Buenos Aires y de La Plata. Murió en 1946 mientras se dirigía en tren hacia esta última ciudad a atender sus compromisos académicos.
Erudito de tipo moderno, preocupado por la corrección y la pureza del lenguaje, y enamorado de los clásicos griegos, latinos y castellanos, apenas escribió obras de imaginación, como el cuento La Sombra, el poema dramático El nacimiento de Dionisos y algunas poesías más, dentro del tono y ambiente del modernismo. Su limpieza literaria corrió parejas con su limpieza espiritual: por caminos opuestos a los de su hermano Max, se alejó pronto cuanto pudo del dictador Trujillo.
Fue filólogo y un ensayista de verdadera altura, apasionado por la sencillez del lenguaje, que procuró limpiar de barroquismos hasta llegar en ocasiones a la sequedad. A este respecto, son fundamentales sus estudios titulados Corrientes literarias en la América hispana; Seis ensayos en busca de nuestra expresión; Ensayos críticos (1905); Horas de estudio (1910); Mi España (1912); La versificación irregular en la poesía castellana (1920); La cultura y las letras coloniales en Santo Domingo (1936); El español en Santo Domingo (1940); Plenitud de España (1940), y su obra póstuma: Historia de la cultura en la América Hispánica (1947).
Son de verdadera importancia sus ensayos sobre Juan Ruiz de Alarcón y sobre Hernán Pérez de Oliva, así como su recopilación de Romances de América (1913), en la que recoge los romances españoles que todavía se recitan o cantan en la República Dominicana. Nuestro autor es una figura ilustre de las Letras de la América española.


Poeta

NICOLÁS GUILLÉN

Nicolás Guillén (Camagüey, 1902 - La Habana, 1989). Poeta cubano, considerado el máximo representante de la llamada poesía negra centroamericana, y poeta nacional de la isla por su obra ligada a la cultura afrocubana. Nicolás Guillén cursó un año de derecho en La Habana, antes de abandonar la universidad y volver a su ciudad donde trabajó como tipógrafo y se dedicó al periodismo en la redacción de El Camagüeyano, en cuyas páginas inició también su actividad literaria.
A partir de 1925 Nicolás Guillén se instaló en la capital donde participó activamente en la vida cultural y política de protesta, lo que le supuso breves arrestos y períodos de exilio en varias ocasiones. En 1937, cuando había publicado ya sus primeros tres libros, ingresó en el Partido Comunista de Cuba, fundado por su amigo y también poeta R. Martínez Villena, y participó en el célebre Congreso por la Defensa de la Cultura, realizado en Valencia en plena Guerra Civil española, donde conoció a P. Neruda, R. Alberti, F. García Lorca y O. Paz, y su obra alcanzó difusión europea.
A su regreso a Cuba, Nicolás Guillén dirigió la revista Mediodía y participó de los movimientos de vanguardia en las tribunas de Gaceta del Caribe y Revista Avance. Pasó luego años de exilio, viajando por Sudamérica, y en 1956 recibió el Premio Lenin de la Unión Soviética, hasta que el triunfo de la Revolución castrista, en 1959, le permitió regresar a la isla, donde desempeñó distintos cargos, como la presidencia de la Unión de Escritores, desde 1961, y misiones diplomáticas de relieve.

La obra poética de Nicolás Guillén

En cuanto a su actividad literaria, Guillén se inició en el posmodernismo, aunque pronto su producción se inscribió dentro de la llamada línea realista de los múltiples vanguardismos cubanos, cultivando como ningún otro autor la llamada poesía negra o antillana.
Desde su condición de mulato expresó con un peculiar sentido rítmico la temática del mestizaje, en un contexto social y político que manifestaba la dura opresión y servidumbre sufrida por el pueblo. En sus comienzos le caracterizó incluso una fonética afrocubana, que más tarde abandonó para desmarcarse de la tradición oral folclórica.
A esta primera época pertenecen Motivos de son (1930) y Sóngoro cosongo (1931). Poco después, con West Indies Limited (1934) se alejó del mero ejercicio rítmico para incorporar la protesta política y antiimperialista, orientándose hacia una cólera militante y comprometida con el hombre.
El poema más conocido del libro, Balada de los dos abuelos, indicó la madura aceptación de lo africano y de lo español en una misma sangre: el abuelo blanco y el abuelo negro, que evocan además la crueldad del tráfico de esclavos. En poemas como Sensemayá y La muerte del Ñeque se inspiró en ritos y creencias africanos, sin que ello supusiera un rechazo de la cultura blanca.
Nicolás Guillén siguió evolucionando en la dirección de las preocupaciones políticas y sociales con Cantos para soldados y sones para turistas (1937), donde todavía conservó formas propias del canto y de la danza afrocubana al mismo tiempo que se hicieron ya evidentes algunos de los rasgos estilísticos que predominaron en su lírica posterior, como el uso frecuente que hizo de onomatopeyas “jitanjáforas” que aparecieron abundantemente en la obra del fundador del futurismo, el italiano F. Marinetti, y la creada por el vanguardista cubano M. Brull, así como la rima aguda, las reiteraciones o la enumeración.
En el mismo año de 1937 lanzó una acusación hacia el impacto y la injusticia de la Guerra Civil española y del asesinato de F. García Lorca, en Poemas en cuatro angustias y una esperanza. Después, aunque conservó siempre una particular claridad expresiva popular, el elemento rítmico fue decreciendo en beneficio de un tono más elevado y ambicioso desde El son entero (1947) hasta La paloma de vuelo popular (1958) y sus poesías en sazón revolucionaria de Antología mayor (1964), donde mostró su compromiso con la Revolución cubana y los desheredados del mundo.
Además, su poesía se hizo eco también de las inquietudes neorrománticas y metafísicas del momento, como la trascendencia del amor y la muerte que ocuparon un espacio importante en su obra. Otras obras en esta dirección fueron: Tengo (1964), donde manifestó su júbilo ante la Cuba revolucionaria y Poemas de Amor, que apareció el mismo año. Más tarde publicó títulos como El gran zoo (1967), La rueda dentada (1972), El diario de a diario (1972) y Por el mar de las Antillas anda un barco de papel (1977). Además, en Prosa de prisa (1975-1976) recogió una selección de sus trabajos periodísticos. Y aún dentro de su poesía cabe destacar el singular Poemas para niños y mayores de edad (1977), donde siguió demostrando su gran capacidad para conjugar preocupaciones diversas y encontrar formas de expresión constantemente renovadas.

LA POESÍA NEGRISTA DE NICOLÁS GUILLÉN

La función de la poesía afroantillana es redescubrir al negro dentro de su circunstancia americana. Las primeras manifestaciones hacía el negro las encontramos en los textos hispanoarábigos del siglo XI. En ellos se hace referencia al negro peyorativamente, dándole a su color un símbolo de maldad, fealdad, tristeza, etc. Desde entonces varios escritores han hecho referencia al negro en sus obras, Algunos lo han visto de forma, positiva y humana- otros lo presentan con una visión prejuiciada, aprovechándose de él para la burla.
Sin embargo, es importante destacar en esta poesía su carácter erudito, el beneficio obtenido de la técnica y de los metros del modernismo, el carácter indigenista, la aparente ingenuidad, la tendencia a nutrirse de motivos tomados directamente del mundo africano como son sus ritos, supersticiones, bailes.,, Es esta poesía una que aspira a recoger ritmos y temas del folclor popular, casi siempre exagerándolos. Por otro lado, su tendencia aun neto perfil social es un factor de vital importancia (si no el más importante) en cuanto alude a la dignificación del hombre de color y a su rehabilitación.
Técnicamente la poesía afroantillana se sirve, en muchos casos, del juego libre de la poesía pura, de la imagen infantil cercana al disparate lírico, de la jitanjáfora y de la onomatopeya audaz, En la mayoría de los casos prescinde de los esquemas métricos tradicionales y sólo respeta algunos de ellos. Su trasfondo erudito y lo que hay en ella de artificio saltan a la vista bajo un aparente cielo de primitiva ingenuidad. Sus mejores intérpretes son poetas cultos que ponen sus conocimientos literarios y hasta fonéticos al servicio del género.
En el Caribe hispánico encontramos a Nicolás Guillén corno uno de los representantes de este tipo de poesía. Nicolás Guillén está orgulloso de su sangre mulata; varias veces en su poesía se ha referido a los <> el negro y el blanco; que se abrazan a él.
En su poesía, como en su sangre, se juntan armónicamente dos herencias: la negra, que le comunica un ritmo musical y una leve gracia juguetona enteramente originales; y la española, que aporta el dominio de formas poéticas tradicionales y de un idioma flexible y abierto. Hay en ella una evolución gradual desde lo folclórico y pintoresco al descubrimiento de la miserable condición social del negro cubano, primero, y de tantos y tantos despojados después. El mayor mérito de Guillén, que le sitúa entre los revolucionarios de la poesía española, es la adaptación literaria de la canción folclórica afrocubana.
Sus poemas son una búsqueda por la igualdad social de los negros. Su sentir, su deseo, es lograr la unificación de la raza, la convivencia en armonía. La presencia norteamericana en Cuba es motivo de su antiimperialismo en la poesía que presenta. En ella vemos la situación del negro, no sólo en las Antillas, sino también en el Continente. Su poesía, además, presenta un canto desesperado con la esperanza de una liberación; hiere más profundo, la sentimos desde adentro. Guillén alude a las raíces étnicas de la raza:
“Lengua con punta de hueso
tambor de cuero y madera
mi abuelo negro.
Gorguera en el cuello ancho
gris armadura y guerrera;
mi abuelo blanco.”
“Balada de los dos abuelos”

Ultima etapa

Última etapa

Canto general es un libro complejo, con toda la grandeza que tiene la poesía de Neruda, pero a la vez con todo el lastre que lleva siempre la poesía comprometida. A partir del Canto la obra de Neruda parece emprender un nuevo rumbo. Desde Todo el amor (1953), poema puramente amoroso, pasando por Las uvas y el viento (1954), que levantó polémicas (lo escribió en Capri y canta “la libertad del viento, la paz entre las uvas”, con absoluta sencillez y sin olvidarse de sus ardientes alusiones políticas), parecía en busca de un nuevo tono que se afirmó en las Odas elementales (1954) y en Nuevas odas elementales (1955), obras que inician una especie de tercera época en la poesía nerudiana, En un lenguaje perfectamente accesible, Neruda se convierte en un poeta sencillo y afable que celebra los seres humildes y los objetos cotidianos. Como indican sus títulos, el autor canta las cosas simples y elementales: la alcachofa, el cobre, la cebolla, el caldillo de congrio, el hilo, la madera, la pobreza, el tomate, el traje, el aceite, los calcetines, el jabón, la lagartija, la papa.
Parece como si las cosas desvencijadas, polvorientas, en estado de desintegración, que aparecían en Residencia en la Tierra, cobraran de pronto su plena personalidad, afirmaran su ser, su necesidad de existir. Neruda llega en estas Odas a la total conquista de lo objetivo. El poeta las canta en función de la necesidad que tiene el hombre de ellas y, por tanto, estas Odas son auténtica poesía social. Les queda todavía algo del aire marcial del poeta de Tercera residencia y de Canto general. Y junto a los temas enunciados encontramos desarrollados otros que parecían insospechables: el aire, el amor, la flor, la claridad, el día feliz, la alegría, la esperanza, el otoño, la poesía, la sencillez, la tranquilidad, el verano, la vida, las estrellas, la luna.
Una de las odas que mejor explican esta transformación del poeta es la titulada “Oda a la alegría”: “Te desdeñé, alegría. / Fui mal aconsejado. / La luna / me llevó por sus caminos. / Los antiguos poetas / me prestaron anteojos / y junto a cada cosa / un nimbo oscuro / puse / ... equivoqué mis pasos / y hoy te llamo, alegría. / ... ¡Contigo por el mundo! / ¡Con mi canto! / ... No se sorprenda nadie porque quiero / entregar a los hombres / los dones de la tierra / porque aprendí luchando / que es mi deber terrestre / propagar la alegría. / Y cumplo mi destino con mi canto”. Algunas de estas odas son puros juegos, otras son exaltaciones de la naturaleza americana (especialmente las dedicadas a los pájaros).

Neruda empieza narrando un hecho minúsculo para ascender, a través de una expresión sencilla y de un metro corto, a deslumbrantes comparaciones; así en “Oda al libro” (II): “Libro / hermoso, / libro / mínimo bosque, / hoja / tras hoja, / huele / tu papel / a elemento, / eres / matutino y nocturno, / cereal, / oceánico...”. Algunas de estas odas están dedicadas a poetas: a César Vallejo, a Jorge Manrique, a Rimbaud y a Walt Whitman. He aquí cómo interpreta a Jorge Manrique: “Adelante, le dije, / y entró el buen caballero / de la muerte. / Era de plata verde / su armadura / y sus ojos / eran / como el agua marina. / Sus manos y su rostro / eran de trigo. / ... tus estrofas. / De hierro y sombra fueron, / de diamantes / oscuros / y cortadas / quedaron / en el frío / de las torres / de España, / en la piedra, en el agua, / en el idioma”. Y Neruda contrapone su estilo al del clásico, a quien hace afirmar que si ahora cantara de nuevo, “No a la muerte / daría / mi palabra”...”Es la hora / de la vida”. Frente a la actitud de Residencia en la Tierra, las Odas elementales son una afirmación de vida y de esperanza y se cuenta entre las obras más valiosas del gran poeta chileno. A fines de 1957 apareció en Buenos Aires el Tercer libro de Odas elementales, que sigue la tónica que caracteriza los anteriores.
Con una tendencia a superar el hermetismo de sus primeros libros e inclinado a la simplificación, pero sin rehuir los temas políticos, su obra siguió enriqueciéndose con nuevos títulos: Nueva residencia en la tierra (1956), Estravagario (1959), Navegaciones y regresos (1959) y los Cien sonetos de amor (1959) dedicados a Matilde Urrutia. Ya en 1957 se habían publicado en Santiago de Chile sus Obras completas, en un lujoso tomo de 1265 páginas que, según Homero Castillo, se consideró “el acontecimiento editorial del año”.
Le siguieron, ya en la década siguiente, Canción de gesta (1960), Piedras de Chile (1961), Plenos poderes (1962), Memorial de Isla Negra (1964), Artes de pájaros (1966), Una casa en la arena (1966) La Barcarola (1967) y Las manos del día (1968). De 1967 es la obra teatral Fulgor y muerte de Joaquín Murieta. Sus últimos volúmenes publicados fueron Fin del mundo (1971), La espada encendida (1971), Las piedras del cielo (1971) e Incitación al nixonicidio y alabanza de la revolución chilena (1973). Entre sus obras póstumas merecen destacarse sus memorias, Confieso que he vivido, que fueron publicadas en 1974.

ERNESTO CARDENAL

Ernesto Cardenal (Granada, Nicaragua, 1925). Poeta nicaragüense. Poeta revolucionario y sacerdote católico, se dio a conocer con la obra El corno emplumado. Comprometido políticamente con los conflictos sociales de su país, desde 1954 participó en las luchas contra el dictador Somoza, y posteriormente fue ordenado sacerdote, tras lo cual residió durante un tiempo en un monasterio de Estados Unidos. Esta reclusión religiosa supuso para el poeta un oasis de serenidad frente a la deslumbrante ciudad moderna. De regreso en Nicaragua fundó una comunidad en la isla de Solentiname. Su poesía, reflejo de su radicalismo personal, denunció el sufrimiento y la explotación de las llamadas repúblicas bananeras, temática que centra su Canto nacional. También se aproximó a las ideas de la teología de la liberación, las cuales se dejan entrever en sus poemarios Salmos, de 1964, y Oración por Marilyn Monroe y otros poemas, de 1965.
Ernesto Cardenal ingresó en 1935 en el Colegio Centro América de los Jesuitas en Granada, donde estudió el bachillerato. Cursó luego filosofía y letras en la Universidad Nacional Autónoma de México, graduándose en 1947. Entre 1948 y 1949 hizo el posgrado en la Universidad de Columbia, Nueva York. Discípulo de J. Coronel Urtecho, integró la llamada “Generación del 40” junto con los poetas E. Mejía Sánchez y C. Martínez Rivas. Viajó por Europa y en 1950 regresó a Nicaragua. Empezó a escribir sus poemas históricos y a traducir con Coronel Urtecho poesía norteamericana, hasta formar una voluminosa antología.
En 1952 fundó una editorial exclusiva del género, El hilo azul, y en 1954 participó en un movimiento armado que intentó asaltar el Palacio Presidencial, que fue conocido como la Rebelión de Abril. En 1956 escribió su extenso poema político “Hora cero”. Pero ese año cambió el rumbo de su vida: resolvió profesar e ingresó al Monasterio de Nuestra Señora de Gethsemani, en Kentucky, Estados Unidos, donde Thomas Merton fue su maestro y mentor espiritual. Continuó sus estudios religiosos en México y en Colombia.
Ordenado sacerdote en Managua en 1965, viajó a Estados Unidos para planear la creación de una pequeña comuna contemplativa en Nicaragua, que fundó al año siguiente en el archipiélago de Solentiname. En 1970 visitó Cuba, relatando su experiencia de la revolución en el libro En Cuba. También conoció los procesos del Perú y Chile. En octubre de 1977, cuando se inició la primera ofensiva insurreccional, participaron en ella como guerrilleros un grupo de jóvenes de Solentiname, que asaltaron el cuartel San Carlos, por lo que la Guardia somocista destruyó su comunidad y Cardenal fue condenado en ausencia a muchos años de prisión. En 1979, con el triunfo de la Revolución Sandinista, fue nombrado ministro de Cultura, cargo que desempeñó hasta 1988.
La obra de Ernesto Cardenal es coloquialista y a la vez profundamente lírica. Su poesía, una de las más sólidas y reconocibles de América Latina, se sustenta en el legado del modernismo norteamericano (sobre todo Pound y Williams), pero con otras influencias como la cultura popular o las tradiciones religiosas y científicas, a través de un verso claro pero de gran impacto.
Perteneciente a un brillante grupo de poetas entre los que destacan Coronel Urtecho, P. A. Cuadra y Joaquín Pasos, ya en sus primeros libros, La ciudad deshabitada (1946) y El conquistador (1947), muestra su inclinación hacía una poesía narrativa y épica. Fue decisiva, para su futura poesía, su lectura de Ezra Pound. En verso libre, con una ironía y un sentido mágico de lo cotidiano, su mejor poesía capta la intensidad alucinante de la vida moderna y se inspira en motivos de su compromiso cívico y en sus experiencias religiosas: Hora cero (1960), Epigramas (1961), Gethsemani Ky (1960) Salmos (1964), Oración por Marilyn Monroe y otros poemas (1965), El estrecho dudoso (1966) y Homenaje a los indios americanos (1969).
A partir de los años setenta su poesía se radicaliza y se vuelve primordialmente instrumento de la acción política: Canto nacional (1972), Oráculo sobre Managua (1973), Tocar el cielo (1981) y Vuelos de victoria (1984). Entre sus últimos libros de poesía se encuentran Cántico cósmico (1989), Los ovnis de oro (1992), Telescopio en la noche oscura (1993), Antología nueva (1996) y Vida en el amor (1997). Como ensayista son destacables el volumen dedicado a La poesía nicaragüense de Pablo Antonio Cuadra (1973) y Cristianismo y revolución (1974). En 1998 se publicó el primer volumen de su autobiografía.