domingo, 15 de enero de 2017

Canto general

Canto General

Esta característica continuará en los primeros poemas del volumen titulado Tercera Residencia. Pero en los poemas “Las furias y las penas”, “Reunión bajo las nuevas banderas”, en España en el corazón y en los poemas alusivos a la Guerra Mundial incluidos en Tercera Residencia, Neruda encuentra la materia para su canto épico: a partir de este momento, el poeta será el cantor del movimiento comunista. Sus cantos tendrán la grandeza de la lucha, del fuego y del fervor incondicional. Esta poesía comprometida fluye directa, sin las vacilaciones de Residencia en la Tierra, llena de exclamaciones y de imágenes deslumbrantes. El universo de Pablo Neruda tiene ya un sentido, su poesía propone un ideal.
Pero donde Pablo Neruda llega a la total posesión del objetivo bajo la forma de un ideal es en el extenso poema Canto General, terminado de escribir en 1949. El poema se divide en quince partes. En la primera, “La lámpara en la tierra”, canta el nacimiento de la vegetación en las tierras americanos: el jacarandá, la araucaria, los alerces, el ceibo, el tabaco (“El tabaco silvestre alzaba / su rosal de aire imaginario”), el maíz (“Como una lanza terminada en fuego, / apareció el maíz”); la aparición de las bestias, de los pájaros; la formación de los ríos (“Amada de los ríos, combatida / por agua azul y gotas transparentes, / eras tatuada por los ríos”), de los minerales y de los hombres.
Esta primera parte es el canto de la formación de América, y tiene toda la grandeza que merece el tema. El tono épico aparece constantemente transitado por formas de un exquisito lirismo. Toma semejante desarrollo la segunda parte, “Alturas de Macchu Picchu”, exaltación de la naturaleza ya formada, pero todavía virgen, de la América amada por el poeta: “más abajo, en el oro de la geología, / como una espada envuelta en meteoros, / hundí la mano turbulenta y dulce / en lo más genital de lo terrestre”. Estas alturas son símbolo de la pureza perdida, son lo más representativo del continente: “Puse la frente entre las olas profundas, / descendí como gota entre la paz sulfúrica, / y, como un ciego, regresé al jazmín / de la gastada primavera humana”. El tema de la América virginal e intacta se repetirá en Odas elementales.
La tercera parte lleva por título “Los Conquistadores”: esta América pura e intacta es destruida por los conquistadores. El poeta los acusa duramente y los insulta: a Cortés, a Alvarado, a Ximénez de Quesada o a Valdivia, porque a su parecer sumergieron las tierras americanas en una profunda agonía. Viene a continuación la exaltación de “Los libertadores”, título de la cuarta parte. Neruda pondera la acción de los primeros indígenas (Cuauhtémoc, Caupolicán, Lautaro), de los insurrectos del siglo XIX (O'Higgins, San Martín, Sucre, Martí) y de los líderes del Partido Comunista. “La arena traicionada”, quinta parte, es un alegato contra todos los que, a juicio del poeta, han intentado corromper América: dictadores, poetas, literatos, diplomáticos, exploradores o compañías anónimas. La sexta, titulada “América, no invoco tu nombre en vano” desarrolla temas parecidos al canto anterior.
“Canto general de Chile” es el título de la séptima parte y constituye una evocación de la patria, de los amigos y de las luchas, mientras que la octava, “La Tierra se llama Juan”, contiene piezas dedicadas a los revolucionarios, que el poeta, en el poema final, simboliza en Juan, el trabajador anónimo. En la novena, “Que despierte el leñador”, Neruda se pronuncia contra los dictadores y la influencia tutelar americana. La décima, “El fugitivo”, se ocupa el destierro y de la peregrinación del poeta. “Las flores de Punitaqui”, undécima parte, trata problemas enfocados desde el punto de vista social; la duodécima, “Los ríos del canto”, contiene cartas y conmemoraciones, y la decimotercera, “Coral de Año Nuevo para la patria en tinieblas”, es a la vez recuento de luchas e invitación al combate.
En la parte decimocuarta, “El gran océano”, el poeta retoma el canto a América, a su grandeza, a su vegetación y geografía, y en el decimoquinto, “Yo soy”, da fe de sí mismo y de sus actividades. Cierran este canto y el libro unos testamentos (“Dejo a los sindicatos / del cobre, del carbón y del salitre / mi casa junto al mar de Isla Negra”), unas disposiciones (“Compañeros, enterradme en Isla Negra, / frente al mar que conozco”), y un “explicit” donde declara la causa del canto y la fecha en que fue terminado.

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